La zona de Puerto Madero, es una de las más afectadas por la crisis de la pandemia.
Tanto es así, que en ese barrio porteño, ya cerraron definitivamente sus puertas, 1 de cada 5 restaurantes.
Asimismo, se sabe que Puerto Madero ya venía complicado por la obra del Paseo del Bajo. Esto se suma a la falta de oficinistas por causas de la pandemia, a la falta de turistas y las restricciones nocturnas que se implementaron en las últimas semanas. Además de ser el barrio menos densamente poblado de CABA.
Por todos estos motivos, se agravó notablemente la situación de los locales gastronómicos.
Cabe destacar que desde que comenzó la obra del Paseo del Bajo, se produjo una fuerte caída del consumo por más de dos años, que se siente aún hoy, como que casi no quedan lugares para dejar el auto ya que 5.000 espacios para estacionar se terminaron perdiendo.
Carlos Yanelli, dueño del restaurante Estilo Campo y presidente de la Cámara de restaurantes de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (AHRCC), en una entrevista con el diario Clarín, manifestó que “Esa obra ya había restado un 40% de la clientela habitual, que jamás volvió después de que se inauguró el Paseo del Bajo”.
En la zona Madero Oeste, es donde más se nota la crisis, y solo con los vecinos del lugar, no es posible mantener el nivel de ventas de otros años.
Por su parte, el socio gerente de Tizado Puerto Madero, Federico Andreotti, opina que “Hasta las torres de Madero Harbour están un 30% vacías, porque sus espacios se fueron desocupando y no volvieron a alquilarse. Las empresas no buscan Puerto Madero para instalar oficinas, en gran parte porque está complicado para estacionar. Se perdieron 5.000 espacios para dejar el auto con la obra del Paseo del Bajo. Las únicas cocheras están abajo del Hilton”.
Entre los locales que permanecen abiertos, está Rodizio, y su encargada cuenta que “Vienen los pocos trabajadores de la zona y los habitués que nos hacen el aguante. Gracias a ellos seguimos trabajando”.
Lo mismo ocurre en el Restaurante La Bisteca, que cierra a las 17 horas por disposición de la empresa. “Igual, cuando cae el sol, ya no queda nadie”, dice Marcos, su encargado.
