Uno de los bares más tradicionales de la Ciudad cerró sus puertas hace unos días. Los habitúes del lugar esperan con pena el regreso de su guarida.
Los cafés notables de la ciudad de Buenos Aires fueron perdiendo la autenticidad que tuvieron antaño. Hoy, los que sobreviven, ofrecen una pátina de brillo a los turistas que llegan a la Ciudad buscando aquellos cafés bohemios que los artistas argentinos hicieron famosos en sus obras. Pero no todos se entregan al comercio turístico. El Boliche de Roberto fue, desde sus inicios hasta esta época incierta, el refugio de los parroquianos que deseaban alejarse de aquellas modas para extranjeros para resguardarse en un bodegón de barrio, casi oculto e imperceptible, que ofrecía un clima de amistad y arrabal porteño.
En una esquina arbolada de Almagro, más precisamente la esquina de Bulnes y Perón, un tal Roberto, allá por los años sesenta heredó un almacén con despacho de bebidas que funcionaba frente a Plaza Almagro desde finales del siglo XIX bajo el nombre de “12 de Octubre”. En poco tiempo, el almacén, que funcionaba sobre la esquina, cerró. Pero a un costado, sobre la calle Bulnes, sobrevivió, claustrofóbico, el bar, que pronto se convirtió en un lugar de referencia para el barrio. Supo ser el rincón favorito del maestro Osvaldo Pugliese, vecino de la zona, y Roberto Medina, otro habitué, le escribió un tango.
Hace unos días, una noche de Miércoles, el bar tuvo su última ronda de copas y tango. La familia de Roberto, que había alquilado a una cooperativa el boliche (con nombre y sello de bar notable incluido) se encargaba de la explotación del bar. Las irregularidades en cuanto a el pago del canon y la finalización del contrato de alquiler dieron fin a un ciclo de este mítico rincón de Almagro.
Para tranquilidad de todos aquellos que alguna vez disfrutamos de un trago o alguna guitarreada trasnochada en El Boliche de Roberto, se cree que pronto estará nuevamente abierto al público y podremos disfrutar de uno de los rincones de la Ciudad más tangueros y bohemios que existen. Solo resta esperar y celebrar su nueva reapertura levantando las copas y entonando viejos tangos hasta el amanecer.