lunes 13 octubre, 2025
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La calle que late al ritmo del tango y hoy está entre las más famosas del mundo

El barrio de La Boca tiene su corazón abierto al mundo. Entre conventillos pintados de colores, murales, esculturas y el sonido del bandoneón que parece flotar en el aire, Caminito volvió a ganar reconocimiento internacional: la revista Viajar la incluyó en el listado de las diez calles de visita obligada en todo el planeta.

Quien llega hasta la Vuelta de Rocha, casi sin proponérselo, entra en un escenario vivo. Apenas se dobla la esquina, una explosión de rojos, verdes, amarillos y azules inunda la vista. Los turistas levantan sus teléfonos para capturar la postal, mientras los vecinos de siempre miran con orgullo cómo su calle se convierte, otra vez, en símbolo de Buenos Aires. Un tango suena desde algún parlante y una pareja improvisa unos pasos frente a una fachada de chapa; alrededor, los visitantes aplauden como si se tratara de un teatro a cielo abierto.

La revista Viajar lo describió con palabras que parecen sacadas de un diario íntimo: “Un recorrido que te levantará el ánimo a medida que avances por sus calles. La energía que se respira aquí es única en todo el mundo”. Y basta caminar unos metros para comprobarlo. Caminito vibra con cada puesto artesanal, con cada artista que exhibe sus cuadros, con cada vendedor que ofrece recuerdos pintados a mano.

Su historia, sin embargo, está marcada por la transformación. Hasta 1928 fue un ramal ferroviario que conectaba con Ensenada. Después llegó el abandono y el silencio, hasta que en 1959 los vecinos, con el impulso decisivo de Benito Quinquela Martín, lo recuperaron para siempre. El pintor, orgullo de La Boca, consiguió que la calle llevara el nombre del tango “Caminito”, compuesto por Juan de Dios Filiberto y Gabino Coria Peñaloza, y convirtió ese pasaje olvidado en un ícono cultural.

Hoy esa herencia se mantiene viva. En diciembre de 2023, se sumaron nuevas esculturas al paseo: un retrato en bronce de Quinquela Martín realizado por su amigo Luis Perlotti y la reinstalación de la obra Estibador, de Pascual Guisasola Contell, vandalizada en 1989. Estas piezas no solo decoran el lugar: recuerdan que Caminito es también un museo al aire libre, una galería que crece con cada intervención artística.

El reconocimiento de Viajar lo colocó junto a calles tan renombradas como Lombard Street en San Francisco, Washington Street en Nueva York, las Calles Azules de Chefchaouen o Ishibe Kōji en Kioto. Pero hay algo que distingue a Caminito de todas ellas: aquí no se trata solo de arquitectura o paisaje, sino de la mezcla irrepetible de historia inmigrante, tango, arte y vida cotidiana que se respira en cada adoquín.

Cuando cae la tarde y los rayos del sol tiñen de dorado las chapas multicolores, el paseo adquiere un aire aún más mágico. Los turistas siguen caminando, los músicos afinan sus guitarras y las parejas bailan en las esquinas. Caminito no descansa: late, respira y cuenta, a cada visitante, la historia de un barrio que supo reinventarse y convertirse en emblema de Buenos Aires.

Más que una calle, Caminito es una experiencia: un abrazo de colores y sonidos que conecta pasado y presente, y que confirma, una vez más, que la cultura popular puede ser el mejor pasaporte hacia el mundo.

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